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Lima ostenta la geografía mas andina de la costa, con un desnivel violento entre sus playas y sus más altas cumbres; mientras otros departamentos costeños están formados por planicies, o por una serie de altas mesetas escalonadas, en Lima los Andes llegan hasta la orilla del mar, formando grandes acantilados.
Por ejemplo, el cerro de Pasamayo alcanza casi los 1 000 m de altitud, en forma casi vertical sobre el océano Pacifico; los Andes se alzan gigantescos a menos de 20 o 30 km del mar, y sus valles (en forma de pianos inclinados triangulares), con la cúspide incrustada en la cadena montañosa andina, apenas se extienden 40 km en muy contados sitios.
Esta característica geográfica del departamento le confiere otra particularidad: a 10 minutos del centro de la ciudad capital se encuentran hermosas playas de arena frente al mar, que se extienden por más de 100 km, pero también, a unos 20 a 40 minutos, se puede gozar de soleados valles serranos.
El hecho de que los Andes se precipiten en el mar encajonando a los valles ha dotado además a Lima de una gran capacidad hidráulica, aprovechada con formidables obras de ingeniería que proporcionan energía eléctrica a la capital, convirtiéndola en un emporio industrial. Ejemplo de ello es el máximo aprovechamiento de los medianos caudales de los ríos Rimac y Santa Eulalia, que en conjunto generan medio millón de kW
Los valles costeños y serranos se despliegan en un gran abanico alrededor de Lima, como en un gigantesco triangulo isósceles, cuyo vértice se encuentra en el cerro tutelar de la ciudad, el San Cristóbal, proyectándose su base desde el rio Chillón en el norte, hasta el rio Lurín, en el sur.
El departamento de Lima resulta doblemente favorecido, no solamente por su ubicación geográfica, equidistante del norte y del sur, sino también por esta distribución de sus valles, que posibilito el desarrollo de la agricultura, que se dio en gran escala cuando las antiguas haciendas de tipo colonial se transformaron en plantaciones –bajo la forma jurídica de sociedades anónimas— y empezaron a cultivar algodón, con ayuda del crédito bancario.
Estos cultivos, así como los de caña, lino, girasol y panllevar, provocaron un desarrollo en cadena de otros sectores económicos, industrializándose en este siglo la agricultura en actividades como producción de tejidos, aceites de semilla de algodón, industria azucarera, etc., que alcanzaron su auge hasta la Segunda Guerra Mundial.
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